Descripción
Que no somos ciudadanos, sino súbditos, y que la ciudadanía constituye un ideal no cumplido es una afirmación con la que resulta fácil estar de acuerdo. Pero el presente libro sostiene una tesis menos gratificante: la de -ciudadano- y -ciudadanía- son, en sí mismos, conceptos mixtificadores forjados para maquillar el rostro deforme y monstruoso de lo político. El autor sostiene que la dualidad de un orden secular y eclesiástico se transfiguró modernamente en la de Estado y mercado, siendo este último el sucesor natural de la Iglesia. Así pues, la doctrina medieval de la supremacía del poder eclesiástico sobre el secular expresa la verdad de la dominación contemporánea.
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